Sitio web de Raúl E. Taveras

En las sombras del amanecer

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Este artículo se basa en un mensaje que compartí en nuestra Iglesia de Jóvenes el 08 de octubre de 2020.

En el principio…

Génesis 1 nos muestra la escena del universo en sus primeros momentos: estaba desordenado, vacío, sin vida alguna. Mas algo maravilloso comienza a suceder con la voz de Dios: “‘Sea la luz’. Y hubo luz” (Gén. 1:31)

Durante seis días, Dios creó todo lo que existe, llenando el cosmos con una belleza inimaginable: Las aguas se separaron de la tierra seca, brotaron las plantas en toda su variedad, aparecieron las estrellas, el sol y la luna para gobernar el tiempo. Los océanos se llenaron de peces, el cielo de aves, y la tierra de toda clase de animales. Y por supuesto, como corona de la creación, llegaron los seres humanos, hechos “a su imagen, conforme a su semejanza”.

Al séptimo día, Dios termina Su labor y se sienta a reinar. Contempla a toda la creación y a los humanos que lo reflejan, destinados a ser sus mayordomos en la tierra. Todo está en perfecta armonía, cada cosa en su lugar designado. No falta nada… ¿o sí?

El día

Si leemos con atención, notaremos algo peculiar en el relato de la creación. Los primeros seis días siguen todos la misma fórmula para marcar su conclusión: “Y fue la tarde y la mañana” (Gen 1:5, 8, 13, 19, 23, 31). Esta frase aparece consistentemente, como un sello que marca el final de cada jornada creativa.

Sin embargo, cuando llegamos al séptimo día, que se describe en Génesis 2:1-3, encontramos algo sorprendente: esta fórmulo no está. Muchos estudiosos y lectores cuidadosos a través de la historia se han dado cuenta de aesta omisión. En otras palabras, el séptimo día no termina.

Esta observación nos lleva a una visión fascinante del plan divino. El séptimo día representa el estado ideal de la creación: Dios descansando en su trono, reinando sobre el universo, mientras los humanos viven en paz unos con otros y con toda la creación, gobernando la tierra como sus representantes fieles.

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
y el hijo del hombre, para que lo visites?
Lo has hecho poco menor que los seres celestiales y lo coronaste de gloria y de honra.
Le hiciste gobernar sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies (Sal. 8:4-5)

Y vio Dios todo lo que había hecho, y era bueno en gran manera (nGen. 1:31)

La llegada de la noche

Sin embargo, la historia no siguió el curso ideado. La humanidad, destinados a ser mayordomos fieles, fue engañada: en vez de gobernar con Dios, decidimos establecer nuestro propio reino. Esta rebelión trajo consecuencias devastadoras que aún experimentamos hoy.

La Biblia nos revela un diagnóstico de la oscuridad que caracteriza nuestro mundo, lo que llama “la noche”. Fornicación, inmundicia, idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, envidias, homicidios, borracheras (Gal. 5:19-21). De hecho, una de las primeras cosas que nos narra la Biblia que pasó después del Huerto fue un asesinato (Caín y Abel). Esta tragedia familiar se convierte en un símbolo profético de lo que vendría: un mundo lleno de conflicto, dolor y llanto (Sal. 30).

Vivimos en esta noche. Cada día trae nuevas malas noticias, dolores frescos, lamentos que se añaden a los anteriores. La Biblia no esconde esta realidad; de hecho, más de un tercio de los Salmos son lamentos que expresan el dolor humano ante un mundo quebrantado.

Un punto central de la Biblia es que nuestro sufrimiento es real y profundo y necesitamos rescate.

Jesús, la estrella que anuncia el amanecer

El nacimiento de Jesús fue anunciado por una estrella que brilló en la noche, vista por los sabios del Oriente, guiándolos hacia el niño que abriría la puerta a la nueva realidad (Mateo 2).

Jesús mismo declararía años después: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Pero su papel va más allá de ser simplemente una luz en la oscuridad. Él viene a restaurar lo que se perdió en el séptimo día.

El autor de Hebreos capta esta realidad perfectamente cuando escribe sobre la promesa original de que los humanos gobernarían la creación:

Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas, pero vemos a Jesús, a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, coronado de gloria y de honra“ (Heb. 2:8-9) Vemos que la venida de Jesús nos transforma, orientando nuestra identidad de la noche hacia el día: Porque vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios (1 Tes. 5:6).

La estrella de la mañana

Para mí, Apocalipsis cuenta la visión de esperanza más impresionante y esperanzadora de la Biblia, en una de las últimas palabras de Jesús

“Yo, Jesús… soy … la estrella resplandeciente de la mañana” (Apo 22:16).

Esta referencia a la “estrella de la mañana” no es meramente poética; tiene un trasfondo astronómico específico. Los antiguos conocían bien una estrella que llamaban “la estrella de la mañana”: Sirio, la estrella más brillante del cielo nocturno. Durante el verano mediterráneo, Sirio aparecía en el horizonte justo antes del amanecer, anunciando que el sol estaba por salir y que el día fresco llegaría pronto.

Imagen de Sirio Sirio en la mañana, con el sol pronto a salir.

Al identificarse con esta imagen, Jesús está declarando algo profundo: Él es la señal de que la noche más larga está llegando a su fin. Su presencia anuncia la llegada inminente del octavo día, que será un nuevo primer día de la creación.

Qué nos trae esta esperanza del octavo día? La Biblia pinta una imagen gloriosa de restauración:

Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría (Sal. 30:5)

Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado, y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas (Apo. 21:4-5).

Mas para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia con sanidad en sus alas; y saldrán y saltarán como terneros del establo (Mal. 4:2).

La esperanza viva hoy

Esta esperanza no es solamente una esperanza para el último tiempo, para un futuro que aún no conocemos. Jesucristo está vivo hoy, la estrella de la mañana se ha levantado. A través de su nueva vida, nos invita a nosotros mismos a participar del poder de su resurrección (Fil. 3:10) y de la esperanza viva hoy, trayendo luz.

Esto significa que podemos vivir como “hijos del día” incluso mientras aún experimentamos el llanto de la noche. Podemos llevar luz a situaciones oscuras, esperanza a corazones desalentados, y paz a relaciones quebrantadas. Podemos ser mayordomos fieles de la creación de Dios y agentes de su reino, sabiendo que nuestro trabajo no es en vano. Pedro lo expresa con una belleza incomparable:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos […] para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo. En lo cual [ustedes] se gozan grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, son afligidos con diversas pruebas. Por tanto, […] pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo (1 Pedro 1:3-6, 13).

Conclusión

El Séptimo Día —con la creación completada y Dios sentado en Su trono, con la humanidad gobernando la tierra a Su imagen, y en paz— no se diseñó para terminar. Actualmente vivimos en la noche de ese Séptimo Día: sufrimos la oscuridad, el dolor, el llanto.

Sin embargo, la noche está acabando. Jesús es la estrella de la mañana que nos indica que ya viene el día, el Octavo Día, el nuevo Primer Día de la creación. Esta esperanza viva se ofrece a todos los que reconocen a Jesús como Rey y se rinden a Él.

En un mundo que a menudo parece dominado por la oscuridad, tenemos el privilegio extraordinario de vivir como portadores de la luz del amanecer. Podemos enfrentar cada desafío sabiendo que la noche no durará para siempre, y que cada acto de amor, justicia y misericordia es una pequeña manifestación del día glorioso que viene.

La pregunta que queda es personal: vivirás como hijo de la noche o como hijo del día? La estrella de la mañana ha aparecido, y el amanecer está más cerca de lo que imaginas.

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Todas las citas utilizan la Nueva Biblia de las Américas al menos que se indique lo contrario.